«Los hombres que no aman a las mujeres IV. El caso Pelicot»

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Gisele pelicot
Gisèle Pelicot.

Actualmente en Francia se está juzgando un caso espeluznante de violencia sexual continuada durante 9 años, desde 2011 hasta 2020, ejercida contra Gisèle (72 años) por su marido Dominique Pélicot (73 años), quien la drogaba con grandes dosis de ansiolíticos para violarla sin su conocimiento y ofrecerla a gran multitud de hombres en un chat de internet.

El juicio se celebra a puerta abierta por deseo de Gisèle que lo explica diciendo: “ya es hora de que la vergüenza cambie de bando”. Se cree que superan los 80 los que la violaron en un estado de total inconsciencia (a veces se sumaba el marido, incluso una tercera persona). Había violadores que repetían otros días. Los violadores imputados son por ahora 51 (no se ha podido identificar a todos los implicados), de profesiones y estado civil variado, y se encuentran en un rango de edad entre los 26 y los 74 años.

De todo ello se tiene constancia porque el marido grababa las violaciones, que fueron encontradas por la policía tras ser denunciado en 2020 por grabar a mujeres bajo sus faldas en un centro comercial. Algo por lo que estuvo incriminado en 2010 sin mayores consecuencias, y que desconocía la familia. En el año 2022, estando ya en prisión, fue imputado por otros dos casos de violación de los años 90, en uno de ellos la mujer violada fue asesinada.

Entre el material fotográfico de Pélicot también se han encontrado fotos robadas de desnudos de su hija y nueras que compartía por Internet. El chat en el que ofrecía a su mujer se llamaba ‘Sin su conocimiento’, y estaba en el popular foro Coco.g.g. (antes Coco.fr), donde se podía interaccionar con seudónimo, que ha sido cerrado el pasado junio por permitir la difusión de todo tipo de ilegalidades, sobre todo relacionadas con sexo y drogas.

Se trata de un caso importante por la gravedad de los hechos y porque se puede considerar un caso paradigmático de lo que solemos llamar la cultura de la violación todavía presente en sociedades democráticas, y que tanto suele cuestionar el sector más conservador de nuestra sociedad occidental, especialmente el vinculado a la extrema derecha, la misma que niega la importancia de la violencia machista en múltiples contextos, hasta llegar al punto, en nuestro país, de no asistir al minuto de silencio que hacen las corporaciones municipales cuando se produce en su municipio el asesinato machista de una vecina del mismo.

En todos los casos se deshumaniza y cosifica a la mujer

La cultura de la violación se puede rastrear desde la antigüedad hasta la actualidad a lo largo y ancho de nuestro planeta, tiene una existencia dilatada y compleja, tanto de forma extrafamiliar, por ejemplo, las mujeres suelen ser consideradas botín de guerra para uso sexual, como intrafamiliar, como es el caso de la obligación que tiene la mujer de mantener relaciones sexuales con su marido en ciertas tradiciones culturales, y que sigue operando en la mentalidad de muchos hombres y mujeres de cultura occidental. En nuestro entorno avalada por la popularización del controvertido débito conyugal del Derecho Canónigo católico (en cuyo texto se justifica por el deber de la procreación). Aunque este débito en el citado texto se considere bidireccional, en la vida cotidiana la exigencia se aplica a la mujer de forma abrumadora. En todos los casos se deshumaniza y cosifica a la mujer, quien es tratada como un objeto que se posee y se puede usar a voluntad, capricho, placer y supuesta necesidad de los hombres.

Solo teniendo en cuenta la permanencia de esta cultura de la violación, que normaliza la agresión sexual a las mujeres (otro caso es el de l@s menores…) y la “propiedad” del cuerpo de la mujer por parte de su pareja o marido, podemos entender que, en la Francia del siglo XXI, la mayoría de los imputados por el caso Pélicot estén alegando en su defensa que se trataba de un acto sexual consentido y alentado por el marido (en quien tradicionalmente radica la “honra” familiar). A ello hay que añadir el agravante de hacerlo mediante sumisión química total de la víctima. El caso tiene miga, pues a los agresores sexuales de Gisèle les gustaba en “modo violación”, como dice en el chat el propio Pelicot, quisieran ser más o menos conscientes de ello. De hecho, los hay que alegan que creían que la víctima estaba de acuerdo con su marido en ofrecer su cuerpo inerte o que se hacía la dormida, y ello a pesar de que el chat se titulaba ‘Sin su conocimiento’. Una vez más, como suele ocurrir, la víctima de violación es sospechosa de haber facilitado o consentido la agresión.

Es constatable que cada vez hay más agresores sexuales que utilizan la sumisión química o eligen como víctimas a mujeres con escasa capacidad de discernimiento por consumo de alcohol u otras sustancias

Es constatable que cada vez hay más agresores sexuales que utilizan la sumisión química o eligen como víctimas a mujeres con escasa capacidad de discernimiento por consumo de alcohol u otras sustancias, precisamente en países democráticos cuya legislación aboga por la igualdad y el respeto entre las partes en las relaciones sexuales, y las mujeres son cada vez más conscientes de su autonomía sexual. Para comprenderlo, atisbo dos explicaciones. Una es que ésta es la manera más eficaz que tienen o creen tener ciertos hombres de no encontrar oposición para “tener sexo” con mujeres y, de paso, no ser descubiertos, ni denunciados por hacerlo sin consentimiento, es decir, violando. Y otra es que éste es el modo que más excita a aquellos hombres que buscan sobre todo el poder, el control, la sumisión, la violencia sobre las víctimas, en este caso las mujeres, y que, por tanto, son misóginos y depredadores sexuales.

De ello hablé en tres artículos que tienen el mismo título que éste: ‘Los hombres que no aman a las mujeres…’, añadido de distinto subtítulo: el primero sobre el caso español de La Manada, el segundo sobre los INCELS, y el tercero sobre el caso de los hombres que pinchaban a las mujeres con una jeringuilla en entornos festivos en 2022.

El hecho de que Pélicot actuara impune con esos ofrecimientos en su chat en el popular foro, que no fuera denunciado por nadie, incluidos los que no quisieron participar en las violaciones, nos habla de la deshumanización de Gisèle que imperó en todo momento entre los participantes del chat, solo posible si consideramos que en ciertos sectores sociales el machismo estructural de nuestras sociedades históricamente patriarcales lleva un tiempo autoafirmándose, a veces de la forma más violenta, y con la complicidad de l@s que miran para otro lado. No soy pesimista, no es algo generalizable, son una minoría, pero están ahí. En gran medida, creo, como he analizado más veces, de forma pareja a los avances en igualdad de género debidos a la lucha continuada del feminismo, y por oposición consciente o inconsciente a los mismos.

hay hombres que siguen sin estar preparados para funcionar en igualdad en su vida no solo social, si no en su vida privada e íntima

Resumiendo, para entender el fenómeno, lo cual no es justificarlo: hay hombres que siguen sin estar preparados para funcionar en igualdad en su vida no solo social, si no en su vida privada e íntima, sienten su orgullo herido y/o no aceptan bajar sus expectativas respecto a sus relaciones con las mujeres. La mayoría de los hombres, como ocurre en sentido inverso con las mujeres, han recibido mensajes muy contradictorios sobre lo que es la masculinidad y su forma de interaccionar en el mundo, esto hace tambalear el sentido que dan a su identidad, un ancla que todos necesitamos para tener salud mental. Algunos lidian muy mal con ciertos mandatos ancestrales y con los complejos e inseguridades que esta lidia acarrea en un mundo cada vez más feminista, es decir, más igualitario. Cambiar estas circunstancias les supone un trabajo personal que no están haciendo, y que habrán de hacer. La ley en todo caso debe ser implacable con los que delinquen contra las mujeres, y el sistema, debe favorecer la “rehabilitación” de los agresores mediante la formación y prácticas pertinentes al tiempo que vigila que cumplan las penas.

En toda esta problemática tiene un papel fundamental la manera perversa en que retratan al feminismo los sectores más retrógrados de nuestras sociedades occidentales. Para ellos el feminismo siempre es agresivo, narcisista y omnívoro, lo que no se corresponde con la realidad, aunque haya casos marginales de feministas que caigan en esta deriva. Para contrarrestarlo extienden sus consignas contra las leyes por la igualdad, por el respeto a la diversidad y contra la violencia machista, en una cruzada que dicen mantener en favor de “la familia tradicional”, aunque luego podamos ver la hipocresía que puede imperar en la vida privada de algunos de sus defensores.

El camino hacia la igualdad real sin resentimientos en una dirección o en otra, va a seguir siendo complejo, y pasa por analizar este juego malicioso de acción-reacción (para actuar con cautela), y, como siempre, por seguir apostando por la educación en igualdad desde las edades más tempranas, sin posponer demasiado el tema de las relaciones sexuales. Lo más difícil lo tenemos andado, no lo perdamos.

Yolanda Guío (@Guiocerezo

(Educadora y antropóloga)

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