Alumnos de la Francisco de Vitoria dan testimonio de una juventud de la que no se habla

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Favelas

Daniel de la Rosa, formador de Acción Social de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), cuenta a Villaviciosadigital su experiencia y la de 45 alumnos que viajaron a Río de Janeiro (Brasil) como voluntarios a la favela Das Canoas y a un centro de drogodependientes.

Son ejemplo de la otra juventud. De la que pocas veces se habla, que está en el polo opuesto a la que venden en algunos programas de la televisión. Una juventud que sacrifica su verano por ayudar a los más necesitados, una juventud que arrima el hombro ante los problemas de los demás, una juventud que gasta su dinero en viajar a uno de los “puntos negros” de la geografía mundial: las favelas de Río de Janeiro en Brasil.

Daniel de la Rosa es un orensano de 29 años, que estudió Humanidades y ahora cursa un Máster en Cooperación. Lleva 12 años en Madrid y es formador en el departamento de Acción Social de la Universidad Francisco de Vitoria, que se encarga de la cooperación internacional y el voluntariado con los alumnos.

Esta semana hará un mes desde que Daniel regresó el pasado día 25 de julio de Brasil, donde estuvo tres semanas coordinando junto a otros tres formadores la labor de los 45 estudiantes de la UFV en la favela Das Canoas y en el centro de drogodependientes de la Asociación Betania.

La vocación de ayuda a los demás le viene de lejos, cuando estudiaba en los Maristas de Orense y descubrió que ayudar a los más necesitados no le suponía esfuerzo alguno, simplemente, le “encantaba”. Así, tuvo claro el camino que quería seguir en la vida.

Aprovechando la JMJ

Sabiendo que la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) iba a ser en Río de Janeiro, la UFV no lo dudó y organizó la actividad de fin de curso allí. Otros años visitaron Etiopía, India o México, pero en esta ocasión la presencia del Papa fue decisiva. “Sabíamos que la JMJ iba a ser allí y nos pareció muy positivo unir estas dos actividades. La verdad es que ha funcionado muy bien. No sé si en 2016 en la JMJ de Polonia haremos algo parecido”, cuenta Daniel con tono afable.

De esta manera, el pasado día 5 de julio y después de una formación intensiva de una semana, partieron rumbo a Brasil. Una vez allí, los 45 alumnos pertenecientes a Medicina, Enfermería, Biotecnología, Excellens, Ingeniería Informática, Publicidad, Diseño, Comunicación, Arquitectura, Escuela de Liderazgo y Máster de Educación, se dividieron en dos grupos. Aunque rotaron, uno destinó más tiempo al campamento de niños en la favela Das Canoas, mientras que el otro ayudó en el centro de drogodependientes de la Asociación Betania.

Precisamente, el legado de la JMJ fue la dependencia química. “Todo encajaba para poder ir allí”, comenta de la Rosa.

Favelas.
Favelas.

Sonrisas y lágrimas

Daniel trabajó sobre todo con los drogodependientes. “Igual que la despedida fue muy emotiva porque nos hicieron una fiesta, el recibimiento también lo fue. Nos recibieron cantando el himno de la JMJ como señal de agradecimiento, con mucho cariño. Nos emocionó”, cuenta.

La labor de estos jóvenes comenzaba a las 9.00 horas y se trataba, sobre todo, de compartir el tiempo y convivir con los “acogidos”, como les llaman allí. Cada alumno con uno de los enfermos para hacer una actividad, lo que les ha permitido asumir otras realidades, salir de ellos mismos y entender que la vida no es de color de rosa; hay problemas y serios.

Así, unos colaboraron en la enfermería, normalmente los estudiantes de esta especialidad y de Medicina, que organizaron la sala, los medicamentos, o revisaron los que estaban caducados. Otros, ayudaron con los ordenadores amontonados, dejándolos todos preparados para funcionar y permitir que los acogidos puedan buscar trabajo, etc. En otra estancia se hicieron labores de reciclaje porque esta institución vive de ello.

“Vivíamos y trabajábamos con ellos, que es como el lazo de unión se hace fuerte. Comíamos y merendamos con ellos hasta las seis de la tarde, cuando nos volvíamos a la favela para seguir con las actividades. La verdad que ha sido bastante intenso”, reconoce con satisfacción el formador.

Salir de las drogas

Esa fuerte relación ha permitido a los jóvenes españoles conocer de cerca la historia de cada persona acogida. Porque detrás de los drogodependientes hay una vida, unas vivencias que, de una manera u otra, les han llevado a querer rehabilitarse. “Nos encontramos de todo. Sus historias son lo que más nos ha tocado”, afirma emocionado el orensano.

Relatos durísimos de personas que vivían en la calle metidas en la droga y que han sufrido violencia, torturas o disparos. Solos, sin nadie con quien hablar, sin amigos con los que compartir esos duros momentos. Los alumnos también encontraron hombres con problemas de alcohol y muchos jóvenes enganchados al crack. Sin embargo, en todas esas sendas descubrieron que hay un punto común, un momento de inflexión en el que los enfermos se dan cuenta que deben abandonar ese desierto, lo que les llevó al centro de dependientes químicos de Betania en el que permanecen nueve meses.

“Es muy importante para ellos el rezo»

Daniel recuerda que la pregunta que más les hacían los estudiantes a los enfermos fue ¿por qué deciden salir de la calle? “Algunos contaron que empezaron a rezar y notaron como Dios les ayudaba a salir, a través de un amigo que les hablaba del centro, o por algún otro motivo la vida les llevó allí”. Precisamente, un punto muy esencial en la recuperación de los acogidos es la espiritualidad. “Es muy importante para ellos el rezo de la mañana, el de la tarde. Es uno de sus pilares”, reconoce De la Rosa.

Otro apoyo esencial para los enfermos es el testimonio de algunos de los trabajadores del centro, que en su día fueron acogidos. Varios de ellos les contaron como antes de ser drogadictos tenían un nivel de vida alto, ganaban muchísimo dinero, sin embargo, cayeron en la droga y después de pasar por Betania y recuperarse decidieron quedarse para ayudar a los recién llegados. “Ver que se puede salir de la droga es una esperanza enorme para los que están en tratamiento”, afirma Daniel, quien con gran sinceridad reconoce sentir una mezcla de “pena por las historias tan duras y de esperanza al ver a los que han salido”.

Por supuesto, el cariño de los jóvenes españoles también es un balón de oxígeno para estos olvidados de la sociedad. Los acogidos se mostraron agradecidos ante las muestras de apoyo de los estudiantes y se sorprendieron de que estuvieran con ellos reciclando entre la basura o recogiendo cartón. “No entendían muy bien por qué un grupo de estudiantes españoles se pagaba un viaje a Río de Janeiro para ayudarles. Lo mismo le pasó a la fundadora de la asociación, una monja que estaba emocionada”, recuerda el orensano.

Seguir el testimonio del Papa

Una de las emociones más intensas que vivieron los jóvenes de la UFV tuvo lugar el último día, cuando el Papa Francisco visitó un hospital para los drogodependientes. Allí estuvieron los alumnos con pancartas para dar la bienvenida al Santo Padre. “Fue una fiesta para todos. Fue el culmen del trabajo hecho”, afirma emocionado el formador.

“Francisco habla mucho del amor al prójimo y de acercarse a los demás. Nosotros lo que hemos estado haciendo en estos 20 días ha sido seguir al pie de la letra este mensaje”, concluye Daniel mientras ya piensa en las próximas actividades solidarias del próximo curso. Será un nuevo ciclo en el que volverán a demostrar que existe otra juventud, solidaria, alejada de la imagen de egocentrismo que tanto venden de ella en nuestra sociedad.

 

Texto: Israel Revilla Canora.

Fotos: Daniel de la Rosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

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