La mayoría de las personas admite muy bien que alguien se ría a carcajadas pero no le gusta nada que alguien llore a borbotones.
La alegría es bienvenida y compartida. La tristeza es una emoción de la que casi nadie quiere hablar, es mejor sentirla en soledad.
A veces la vida no nos da tregua y crees que eres la persona más desgraciada del mundo, donde el llanto forma parte de tu vida, cuando cada segundo, cada lugar, cada canción, cada recuerdo te hace llorar.
Eres consciente que el llanto inagotable no es bienvenido. La mayoría de las personas se ponen tensas, mudas e incomodas. Y por eso existen la gafas de llorar. Esas gafas mágicas que ocultan tu fragilidad ante los recuerdo. Gafas mágicas que te protegen de las miradas. Gafas mágicas que salvaguardan a su interlocutor de tristezas ajenas. Gafas mágicas que te esconden la vergüenza de los ”te quiero” que no dijiste, que te protegen de la culpabilidad de sentirte triste. Esas gafas mágicas que esconden amarguras, nostalgias y desdichas.
En estos días navideños donde parece que todos nos volvemos más sensibles, mejores personas. En estos días donde las sillas vacías duelen en el corazón, yo me voy a desprender de mis gafas de llorar. He descubierto que la única forma de prescindir de las gafas es el tiempo, mi familia y mis amigos. Ellos son los que me dicen “no te preocupes, llora tranquila, no pasa nada». Justo en ese momento he pensado: «estoy apunto para la carcajada».
Maribel Martínez