
He transitado por una época, nací en los años 70, donde quedabas a una hora con tus amigos y si te retrasabas se iban sin ti con una probabilidad alta de no encontrarlos; bajabas a un sitio llamado quiosco para comprar un periódico si querías informarte de alguna noticia del día anterior; dabas opiniones que no traspasaban nunca el corrillo de gente conocida que te escuchaba; la televisión era un medio de entretenimiento inocuo con el poder de unir a familias enteras en torno a ella.
Puedo terminar esta columna enumerando infinidad de situaciones de esa otra vida que a más de uno le arrancaría una sonrisa de añoranza y una mueca de asombro al recordar acciones trasnochadas para estos tiempos que corren. Como todos mis coetáneos, tuvimos que enfrentarnos a un progreso voraz, amoldarnos e incluso aprender el nuevo orden establecido basado en un desarrollo monstruoso de la tecnología. En todo este proceso aparecieron las redes sociales, vanagloriadas a la par que estigmatizadas, donde todo hijo de vecino podía contar su día a día mediante vídeos, fotografías e historias, y opinar de cualquier persona, ente o colectivo.
Aparecieron las redes sociales, vanagloriadas a la par que estigmatizadas
Nuestra compatriota Karla Sofía Gascón acaparó durante muchos meses la atención de los medios por su inmensa interpretación en la película ‘Emilia Pérez’, lo cual le valió su nominación al Óscar a la Mejor Actriz Protagonista. La consecución de varios premios en la antesala de los galardones más importantes de la industria cinematográfica incluso la posicionó como una de las favoritas. Sin embargo, todo salta por los aires por unos tuits del pasado con marcados tintes xenófobos escritos en su cuenta de X (antiguo Twitter). Todas sus esperanzas se han desvanecido porque, desgraciadamente, su trabajo queda desplazado al mismo nivel de sus desafortunados comentarios.
La industria mueve su maquinaria y comienza una campaña para desprestigiar a la actriz; esta sacudida alcanza a sus compañeros de reparto que, lejos de posicionarse al lado de Karla, adoptan una peculiar postura de indiferencia hacia la que, hasta hace pocas semanas, elogiaban por su increíble actuación. El director, en un acto de lo más pusilánime, decide vilipendiar a su actriz solo para que su película no se vea resquebrajada por esas cuchilladas en forma de glosas.
La hipocresía de una academia disfrazada de mojigata que, sin embargo, ha dado cobijo y ha encumbrado durante muchos años a reconocidos pederastas, antisemitas y depredadores sexuales
Las opiniones vertidas en un medio social no deberían computar en el reconocimiento de un gran trabajo y mucho menos en el veredicto de un jurado encargado de dar un premio. La hipocresía de una academia disfrazada de mojigata que, sin embargo, ha dado cobijo y ha encumbrado durante muchos años a reconocidos pederastas, antisemitas y depredadores sexuales. Karla Sofía ha puesto de su parte al seguir aupada en la vanidad y pedir perdón con ciertos titubeos que ponen en duda el arrepentimiento por escribir esas desafortunadas frases. Echo en falta la mano amiga de algún asesor avispado, pero es también muy probable que en una personalidad endurecida por las circunstancias no tengan cabida los consejos y las recomendaciones.
La mayoría de nosotros no nos damos cuenta, y mucho menos cuando crees que tu perfil no va a saltar del anonimato, pero los posicionamientos y comentarios en redes sociales pueden llegar a ser como las huellas dactilares almacenadas en el SAID de cualquier comisaría de policía.
Siempre nos quedará la duda de qué hubiera pasado con una Karla Sofía sin redes.
Juan Díaz (Instagram: @juandiazrevilla)