Las enfermedades más frecuentes y las claves para prevenirlas durante los meses de calor

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enfermedades más comunes en verano

Las altas temperaturas y los cambios en la rutina convierten al verano en un periodo propicio para múltiples afecciones. Quemaduras, infecciones, trastornos digestivos y deshidratación encabezan la lista de enfermedades más comunes de esta temporada.

Expertos en salud ofrecen recomendaciones para reducir los riesgos y disfrutar de unas vacaciones sin sobresaltos médicos.

Con el ascenso de las temperaturas, la rutina diaria se transforma y, con ello, también lo hace la exposición a determinados factores de riesgo. El contacto constante con el sol, el aumento del tiempo en exteriores, las comidas fuera del hogar y las prácticas acuáticas en espacios públicos generan un escenario propicio para una serie de enfermedades propias del verano.

Entre las más habituales se encuentran las quemaduras solares, causadas por una exposición prolongada y sin protección a los rayos ultravioleta. Estas lesiones cutáneas, además de provocar enrojecimiento y dolor, pueden derivar en complicaciones más serias si no se tratan o se repiten con frecuencia. Para reducir su impacto, los profesionales recomiendan aplicar crema solar de amplio espectro, usar ropa ligera que cubra el cuerpo y evitar salir a la calle durante las horas de mayor intensidad solar.

El contacto con el agua, frecuente en piscinas y playas, incrementa el riesgo de otitis externa. Esta infección del oído, también conocida como “otitis del nadador”, es favorecida por la humedad retenida en el conducto auditivo. La prevención pasa por secar bien los oídos tras cada baño, evitar objetos que puedan dañar la piel del interior del oído y, si es necesario, recurrir a tapones.

Otro de los problemas recurrentes es la cistitis, sobre todo entre mujeres, favorecida por el uso continuado de ropa mojada como bañadores y por una menor hidratación. Para evitar esta inflamación de la vejiga urinaria, se aconseja cambiarse de ropa tras el baño, beber abundante agua y mantener una correcta higiene íntima.

También son comunes las infecciones por hongos, especialmente en zonas de pliegues como ingles, axilas o pies. Las altas temperaturas, junto con el sudor, generan el ambiente ideal para la proliferación de micosis. Secar bien el cuerpo, utilizar calzado en zonas húmedas públicas y elegir ropa transpirable son medidas básicas de protección.

En cuanto a los ojos, la conjuntivitis se multiplica por el contacto con aguas contaminadas o productos químicos como el cloro. El uso de gafas de natación, evitar tocarse los ojos con las manos y no compartir toallas son acciones sencillas que ayudan a evitar molestias.

Los golpes de calor representan una de las urgencias más graves. Se producen cuando el cuerpo no logra regular su temperatura, con síntomas como confusión, piel caliente o pérdida de conocimiento. Es fundamental evitar el sol directo, buscar sombra y mantenerse bien hidratado.

La deshidratación, aunque más silenciosa, también puede tener consecuencias serias. Aparece por una pérdida de líquidos mayor a la ingesta, y es especialmente peligrosa en niños, ancianos y personas con enfermedades previas. Beber agua frecuentemente, incluso sin sed, es la principal recomendación.

Picaduras de insectos como mosquitos y avispas también aumentan en verano, provocando desde reacciones locales hasta problemas más graves en personas alérgicas. Evitar agua estancada, usar repelentes y cubrirse la piel al amanecer o atardecer minimiza los riesgos.

Las verrugas plantares, provocadas por el virus del papiloma humano, aparecen más en esta época debido al uso compartido de duchas y piscinas. Usar chanclas en estos espacios y secarse bien los pies son las mejores herramientas de prevención.

Finalmente, a pesar de ser más habituales en invierno, enfermedades respiratorias como faringitis o bronquitis también se presentan en verano, causadas por cambios bruscos de temperatura debido al uso de aire acondicionado o ventiladores. Regular la temperatura interior y evitar bebidas muy frías ayuda a reducir la irritación de las vías respiratorias.

El calor también afecta al estómago: cómo prevenir los trastornos digestivos en verano

Los problemas digestivos se intensifican durante la temporada estival por múltiples factores que alteran el equilibrio gastrointestinal. Cambios en los horarios, comidas fuera de casa, consumo excesivo de alimentos grasos o condimentados y la deshidratación son algunos de los elementos que pueden provocar síntomas como acidez, indigestión, hinchazón abdominal o incluso diarrea.

Según datos recogidos por los especialistas de noVadiet, el 20?% de las personas sufre algún episodio de intoxicación alimentaria en verano, muchas veces en sus propios domicilios.

El incremento de las temperaturas y la falta de refrigeración adecuada favorecen la proliferación de bacterias en alimentos como carnes, pescados, mariscos, lácteos o huevos, que si se consumen sin el debido control pueden desencadenar cuadros de gastroenteritis.

Además, la acidez y el reflujo gastroesofágico se vuelven más comunes debido a una dieta rica en frituras, salsas, bebidas alcohólicas y refrescos carbonatados, que alteran la mucosa gástrica y relajan el esfínter esofágico inferior, permitiendo el ascenso de ácido al esófago.

La dispepsia o digestión lenta, caracterizada por pesadez, náuseas o dolor abdominal tras las comidas, también se incrementa. Se debe, en gran parte, a los excesos en las cenas, el picoteo constante o la falta de fibra. Igualmente, los viajes y el cambio de rutinas pueden generar estreñimiento, un problema que afecta al tránsito intestinal y causa malestar generalizado.

Por otro lado, el conocido “corte de digestión” —provocado por el cambio brusco de temperatura al entrar en agua fría tras comer o hacer ejercicio— puede ocasionar mareos, náuseas o vómitos. Aunque no es técnicamente una parada digestiva, los especialistas advierten que sí puede desencadenar una reacción vasovagal que afecte al sistema circulatorio.

Para mantener la salud gastrointestinal durante el verano, los expertos aconsejan beber al menos dos litros de agua al día, consumir alimentos ricos en fibra, evitar comer a deshoras y no abusar de comidas copiosas. Además, es importante moderar el uso de aire acondicionado, ya que los cambios de temperatura también influyen en el sistema digestivo.

En caso de viajar al extranjero, los profesionales recomiendan extremar la higiene de manos, evitar alimentos crudos o sin pelar, beber solo agua embotellada y llevar un botiquín con probióticos, suero oral y medicación básica. La diarrea del viajero es uno de los trastornos más comunes en destinos con condiciones sanitarias distintas, y una simple precaución puede marcar la diferencia entre unas vacaciones tranquilas o un viaje complicado.

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