De estudiantes de Historia e ingeniería al sacerdocio, el camino de los dos nuevos diáconos de Villaviciosa de Odón

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Lo han contado a Villaviciosadigital Marisa Folgado y Pilar Collado, las madres de Carlos Herrero Folgado y Enrique Cerrada Collado, los seminaristas de Villaviciosa de Odón que este sábado se convertirán en diáconos, el último paso antes de ser sacerdotes.

La localidad acogerá este sábado un acontecimiento histórico puesto que no se había celebrado nunca en este municipio perteneciente a la Diócesis de Getafe (que tiene actualmente con más de 30 seminaristas): una ceremonia de ordenación diaconal. Tal y como contó Villaviciosadigital, en esta noticia, los villaodonenses Enrique Cerrada Collado y Carlos Herrero Folgado, junto al boadillense Ignacio María Suárez, se convertirán en diáconos como paso previo a su ordenación sacerdotal, tras un período de formación teológica y pastoral, y habiendo ejercido los ministerios de lector y acólito.

¿Qué ha llevado a estos jóvenes villaodonenses de 27 y 29 años a querer ser sacerdotes? ¿Cómo han vivido sus familias esa decisión? ¿cómo viven este periodo formativo y el futuro de sus hijos dedicados al amor a Dios y a los hombres? Lo han contado a este periódico Marisa Folgado y Pilar Collado.

La primera de ellas ha explicado que cuando les dijo que quería ser sacerdote no les pilló por sorpresa. «Carlos estaba haciendo la carrera de Historia. Llevaba ya dos años y yo le dije tienes que echar la matrícula para el tercer año y me dijo no, y le dije si iba a dejarla a medias». La respuesta del joven fue: «no, es que me quiero ir al seminario». Ante esto, sus padres le animaron sin dudarlo: «para adelante, tú inténtalo; crees que es tu vocación, adelante, nunca digas que tus padres te han dicho que no».

Marisa señala que «todos somos felices si realizamos lo que nos gusta y por lo que sentimos vocación, y la necesidad que tenemos al nivel profesional, del tipo que sea, y al nivel vocacional, de desarrollarlo». Con ese enfoque, reconoce que ellos le ven feliz, «es un privilegiado el que haya sido llamado por Dios para cumplir la función de sacerdote».

Es un privilegiado el que haya sido llamado por Dios para cumplir la función de sacerdote.

Por ese motivo les están ayudando en todo lo que pueden «y más», tiene su «apoyo total desde que empezó hasta que llegue el momento crucial que será, si Dios quiere, el año que viene ya como sacerdote».

Folgado subraya que Carlos «es un chaval que siempre ha ayudado a los demás, que siempre ha estado dispuesto para lo que le hayan necesitado y está dispuesto para lo que le necesiten, tiene tacto con los mayores o con los niños», tal y como ha demostrado en Villaviciosa de Odón como seminarista. «Lo puede decir cualquiera, ha estado al cien por cien con hermandades, con sacerdotes, con todo aquel que lo ha necesitado; a la hora de preparar misas, de ir a ayudar en un tanatorio porque a lo mejor el sacerdote no conocía a don Javier, no conocía a los dolientes o a Eliert y entonces él iba de mil amores; nunca le ha costado ningún trabajo el hacer sus funciones, aunque fuera seminarista».

Sus padres han vivido bien este tiempo de formación porque el futuro diácono ha ido a casa todos los fines de semana y ellos han tenido acceso al seminario. Además, en las parroquias que Carlos ha estado han podido ir a conocer a sus párrocos y han sido «siempre bien recibidos, sin ningún problema».

Ahora están «muy felices porque va consiguiendo lo que quiere, porque él está feliz y va a tener la suerte de desarrollar su vocación».

Sacerdocio

Asimismo, Marisa recuerda que la profesión y la vocación de sacerdote «tiene mucho trabajo». En su opinión, «la gente se cree que solo es bautizar, casar y dar la comunión, pero no. Un sacerdote o hoy día está súper liado porque tiene que llevar Cáritas, tiene que ir ver enfermos, tiene que hacer las funciones típicas de sacerdocio y estar 24 horas disponible para la gente en el momento que le llamen; aunque haya quedado para ir al cine, lo tiene que dejar porque tiene que ejercer su función».

Finalmente, recalca que se sienten «felices, muy emocionados y, sobre todo, que él sea feliz», algo que piden Dios «todos los días, que le ayude en su camino, que le inspire cada momento, que cuando tenga flaqueza, le ayude y nos ayude a nosotros para disfrutar de él muchísimos años».

Pilar Collado

Por su parte, Pilar Collado, la madre de Enrique, ha contado que pese a que su hijo estudió en colegio religioso, en los Salesianos de Atocha en Madrid, «no era especialmente ningún niño creyente, la verdad». Con 14 años «empezó un poco», porque conoció en Villaviciosa de Odón a unos chicos que «eran de Iglesia y le parecía bien».

Con 17 años, cuando iba a empezar la universidad dijo a Pilar que quería ir al seminario, «aunque él decía antes que quería ser ingeniero», cuenta. La madre le preguntó que en qué quería que le matriculara y el chico le confirmó que en ingeniería y comenzó la carrera. Al mes, Javier Merino, que era un seminarista que andaba en Villaviciosa de Odón (actualmente es sacerdote) «hizo muchas migas» con Enrique y le propuso ir al seminario y probar, así que comenzó a ir los fines de semana y al poco tiempo le dijo a su progenitora que quería entrar como seminarista. «Yo lo insistí: ya este año acabas primero ingeniería y luego para el curso que viene, ya me lo vuelves a decir», relata.

Pasaron los meses pero la idea de Enrique no cambió y insistió e insistió. «Yo, la verdad, pues al principio no me no me hizo ni pizca de gracias. Luego ya pues, recuerdo que el día que le dije que no; se me puso a llorar y, o sea, simplemente con todo lo alto que era, le caían unos lagrimones y me dijo que estaba hablando Satanás por mi boca y que no era yo la que hablaba».

Puedo decir a la gente que Dios llama.

Con esa reacción de su hijo esa noche Pilar no pegó ojo y al día siguiente le pedió perdón y le dijo que si quería ir al seminario, que fuera. «Desde aquel momento, tanto su padre como yo y su hermana, no hemos parado de apoyarlo».

El futuro diácono se hizo seminarista y compaginó esa formación con la carrera de ingeniería. Una vez finalizó esta, comenzó la de Teología. A Pilar toda esta etapa se le ha hecho «muy larga» y ha reconocido que le comentaba a su hijo: «eres el abuelo del seminario», aunque apunta con satisfacción que al final «ha hecho las dos cosas que él quería hacer».

Don Charlie

Asimismo, la madre «ha agradecido mucho a don Charlie, que en aquel tiempo era el rector del seminario y apostó por él, porque la gente no veía bien que si iba a ser sacerdote hiciera una ingeniería, pero como a don Charlie, parece ser que su madre también se emperró en que hiciera la ingeniería y luego, pues, hiciera teología, le debió sonar un poco a su caso y apostó por él. Y ahí está».

La madre ha destacado que Enrique «es muy buena persona, muy buen estudiante, muy responsable» y le ven que «tiene tantísima ilusión», «cómo lo vive, con esas ganas de servir a los demás», que ella está feliz, aunque reconoce que «tiene mucho miedo y mucho vértigo, pero es su elección, es lo que él quiere» y apunta a que tienen que «apoyarle en todo lo que quiera, siempre y cuando sea bueno, claro». Ella cree que «esto es muy bueno y que es cosa de Dios». Sobre esto último lo tiene claro: «puedo decir a la gente que Dios llama, porque mi hijo era un chico muy normal, demasiado normal. No tenía ningún apego por la Iglesia y de repente hubo un cambio en su vida en que se sintió llamado y aquí estamos».

ARC

 

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