Hoy se celebra el día del autismo. Por ello se hace necesario devolver la dignidad a niños y adultos a través de un tratamiento que no se rija por el afán del diagnóstico en un marco de reeducación que en muchas ocasiones no hacen más que aumentar su rechazo a los otros y reforzar su caparazón de aislamiento.
¿Qué le pasa a un autista?
Principalmente, el autismo se caracteriza por el rechazo y la defensa ante un otro que aparece como amenazante. Como consecuencia el niño con autismo precoz no dispone de las condiciones que hacen posible establecer lazos con los demás. En este sentido sufren de una exclusión social que les deja aislados en su concha de defensa, ante un mundo percibido como hostil.
Podemos afirmar por los testimonios extraídos del trabajo clínico con niños autistas y de testimonios escritos por adultos con esta misma dificultad, véase el caso de Temple Grandin,(1), entre otros, que están en el lenguaje, disponen de él, aunque, de entrada, no están en el discurso.
Decimos que están en el lenguaje porque nos sorprenden con sus repeticiones y sus ecolalias en momentos imprevistos, pero este lenguaje no cumple su función de relación y vínculo con el otro. Es decir, no hacen discurso con los demás, no hacen relación. (repeticiones de silabas o palabras de modo automático).
Al detectarse este detenimiento en los primeros meses de vida de un niño y teniendo en cuenta lo que sabemos de la constitución psíquica de los sujetos, en general, parece que algo ha venido a detener, a congelar el devenir de la vida afectiva. Algo ha pasado para que el proceso se haya detenido, replegándose en sí mismo de un modo “autístico”. Del griego “autós” que significa, uno mismo, propio. Es decir, se trata de un niño metido en su mundo propio y aislado del otro.
El autismo es la tendencia a aislarse, en un caparazón, del mundo exterior.
En general, el malestar provoca en el niño y en los adultos una reacción de cierre ante el mundo.
El psicoanálisis nos da a través de una extensa experiencia clínica de más de un siglo, un saber sobre el funcionamiento de la psique, de la vida afectiva y de los obstáculos que surgen irremediablemente en el cruce del cuerpo, las palabras, su efecto y afecto, y las satisfacciones y angustias del ser, en un recorrido que se desenvuelve entre las tendencias de vida y las tendencias de destrucción, aislamiento y muerte.
Todos estamos inmersos en esta tarea. El niño autista también sufre de lo mismo, quizá un poco más enredado.
Nuestra apuesta es que el niño autista pueda inventar con ayuda de un profesional convenientemente formado, un lugar para situarse como sujeto en una andadura que incluya al otro.
Para poder incluir al niño autista en el circuito del otro y de las relaciones habrá que cuidar en extremo cuáles son las condiciones en cada caso para que el otro aparezca sin intrusión ni imposición. El otro que se hace cargo de orientar el tratamiento habrá de situarse en una posición semejante al autista, sin serlo. Fuera de los protocolos y de la obsesión por la masificación del diagnóstico, estará atento, desde una postura de no saber, para recoger y tomar el más mínimo atisbo de demanda que pueda surgir en el niño. Sabiendo que esta se suele presentar cuando menos se la espera. De este modo será posible, que suspendiendo lo que creemos saber, de lo que quiere el otro, en este caso, el niño, pueda surgir el deseo propio del sujeto autista.
Por lo general, suelen tener una especial predilección por la música, el arte, los animales, pero no hay que darlo por sabido. Hay que esperar con paciencia y sin angustiar al niño a que aparezca algo que él mismo señale como propio y que le valga como objeto de satisfacción y de deseo para poder incluirse en lo social.
(1) Temple Grandin, nacida en Boston en 1947 fue diagnosticada de autismo. Muy interesante la película del mismo nombre del 2010 y libros donde cuenta su dolor y experiencia de autismo. En la actualidad, es profesora de la Universidad Estatal de Colorado y Doctora en Ingeniería Agrónoma.
“El trabajo debe ser elegido considerando las áreas más sólidas de la persona con autismo o síndrome de Asperger”. T. Grandin.
Ana Ramírez.
Psicóloga Clínica y psicoanalista de la Asociación Cultural Vínculo que se ocupa de trabajar contra la exclusión ocasionada por las dificultades relacionadas con el lazo social. (como en el caso del autismo).