Los últimos días de noviembre y los primeros de diciembre han vuelto a poner de actualidad el afán desmesurado de consumo al que estamos asistiendo desde hace unas cuantas décadas.
Primero el Black Friday, después el Cyber Monday y seguidamente todo el aluvión de compras navideñas. La compulsión por las compras y su conexión con un principio que rige primariamente nuestro psiquismo, garantizan el éxito de la mal llamada terapia tras una jornada extenuante de trabajo o llena de preocupaciones. El “éxito” (engañoso) de esta breve terapia consiste en darnos una satisfacción para intentar tapar o calmar las insatisfacciones que la vida nos presenta con frecuencia.
En todas las culturas han existido y existen “quitapenas” que facilitan el olvido y la evasión de la realidad así como actos que compensan en alguna medida los sinsabores cotidianos. En la época del capitalismo salvaje las compras excesivas ocupan el lugar efímero de la satisfacción no menos efímera. Los grandes especialistas en ventas saben muy bien de esta fácil disposición del ser humano.
Es llamativo y frecuente en las consultas de psicología escuchar a personas que vienen muy angustiadas o desmotivadas y deprimidas. Sus primeras palabras son: “No me falta de nada. No entiendo lo que me ocurre. Tengo de todo”. Parece que la sociedad actual pone el acento en el tener y no en el ser. De esta manera se puede entender uno de los lados del incremento de sufrimiento y malestar en los países desarrollados.
“En el mundo actual todas las ideas de felicidad acaban en una tienda”
No es casual que paralelamente esté desapareciendo de los planes de estudio la Filosofía; saber, que durante siglos ha llevado a la reflexión, a la crítica, al debate, a plantear las preguntas que todo humano consciente o inconscientemente se hace en la vida. Los planes de estudio cada día dedican menos tiempo a estas herramientas fundamentales del ser.
Parece claro que las cuestiones que realmente angustian se están quedando cada vez más arrinconadas. Nadie quiere saber. La mayor parte de los sujetos prefieren no pensar ni plantearse la causa del malestar que, en numerosas ocasiones, les lleva a las conductas excesivas de consumo o de adicción. Los consumos nos enganchan a seguir consumiendo en ese afán por distraer el desasosiego. Lo que tendemos a ignorar es que cuanto más intentamos arrinconar el malestar, más fuerte es su retorno.
Hay que decir que la satisfacción en la vida puede tomar caminos mejores. A veces, para encontrar la manera menos perjudicial de satisfacernos, habremos de pararnos y trabajar durante un tiempo nuestras tendencias a la compulsión, y a la vez, descubrir otras cualidades propias de cada uno, que si las localizamos y escuchamos, podrán servir de punto de anclaje para descubrir proyectos o aficiones que nos dejen un resto agradable y duradero de bienestar.
Parece claro que las cuestiones que realmente angustian se están quedando cada vez más arrinconadas
Para llegar a conseguir esta satisfacción más duradera, hay que renunciar casi siempre al placer inmediato que esta sociedad tiene por bandera. Quizá alguna de estas razones explique el alto índice de fracaso escolar en los jóvenes, entre otras muchas cuestiones.
Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo polaco, refleja en sus obras, la principal característica de nuestra época, lo líquido. En sus numerosos ensayos, Modernidad líquida, Amor líquido, Tiempos líquidos, Vida de consumo, Vida líquida…, trata de explicarnos cómo todo se ha vuelto inconsistente y flojo. Incluso los vínculos con las personas. Así señala que los niños criados entre algodones son los más propensos a sucumbir ante las dificultades cotidianas. Con tanto cuidado, tanto exceso de cuidado, les privamos de una cierta preparación para la vida. No queremos que nuestros pequeños lloren, no soportamos que lloren por las cosas que un bebé siempre ha llorado.
Pedimos y no paramos de pedir consejos para cuestiones inverosímiles y sobre todo para calmar nuestra desesperación porque no aguantamos casi nada la frustración. No paramos de hablar de prevención, pero hay que saber que la mejor prevención empieza por estos detalles en la dinámica de la vida familiar. Son pequeños detalles de gran repercusión en la constitución psíquica de una persona y en la posición que tendrá ante los problemas inevitables que conlleva vivir. Decir NO en determinados momentos puede ser un buen principio.
Como no aguantamos la frustración, tratamos de evitarla y evitársela a los pequeños. Obtenemos así personas caprichosas y no acostumbradas a esperar para obtener lo que quieren. El esfuerzo necesario para conseguir acabar unos estudios o para posponer el placer fácil que se obtiene con los objetos técnicos o con los consumos de toda índole, es una tarea ante la cual sucumben gran número de personas. Se pierde la oportunidad de encontrar un proyecto, una causa o una ilusión para orientar y sostener la dificultad que supone vivir.
Conviene no confundir amar con dar al otro todo lo que pide. Bauman escribe: “En el mundo actual todas las ideas de felicidad acaban en una tienda”.
Ana Ramírez
Psicoanalista (psicóloga clínica)