Febrero se acaba. Este mes me perturba por su clima cambiante, por ser el mes más corto del año y porque cada cuatro años se le añade un día más, para sincronizar nuestro calendario con el año trópico. Por no decir de la fama del mal fario, que hasta los romanos suspendían el culto a sus dioses y cerraban sus templo y por ende los graves acontecimientos sucedidos en años bisiestos.
Muchas veces me he preguntado por qué febrero es el mes más corto y por consiguiente al que se le incrementa el día de regularización. Todo esto se debe a las múltiples reestructuraciones que se realizaron en el calendario, desde la fundación de Roma por Rómulo, que, según cuenta la leyenda, fue quien inventó el calendario, basándose en los ciclos lunares. Este primitivo calendario constaba de diez meses. El año comenzaba en martius (marzo), en honor a Marte, dios romano de la guerra y terminaba con el décimo mes: dedembris (diciembre). Al finalizar el año sumaban 304 días, quedando sesenta y un días que pertenecían al invierno y sin un nombre específico.
Hacia el año 713 a. C., Numa Pompilius reorganizó el calendario para dar solución a esos días de invierno que quedaban sin calificativo; modificó la duración de los meses y añadió iaunarius (enero), en honor a Juno y febrearius (febrero), el mes de las fiestas de purificación, februas, que pasó a ser el último mes del año y el regulador del año trópico.
Más adelante, Julio César, cautivado por el calendario egipcio basado en el ciclo solar, decidió adaptarlo, aunque conservó los nombres romanos de los meses. De este modo el antiguo calendario romano, pasó a ser desde el año 46 a. C., al calendario juliano, cuyo año se le conoció en la historia como el año de la confusión, por la extensa duración de este que tuvo 445 días.
En el siglo XVI, el 4 de octubre de 1582 fue el último día del calendario juliano y el 15 de octubre de 1582 constituyó el primer día del calendario gregoriano. Los diez días que no existieron, fueron para intentar ajustar el calendario y el ciclo solar, cosa que no sucedió hasta que la Iglesia se ocupó de hacer un calendario más exacto que corrigiera el desfase. En el primer Concilio de Nicea se había fijado el periodo astral en que debía fijarse la Pascua y en función de esta circunstancia, todas las demás fiestas religiosas, por lo que era necesario ajustar el calendario civil al litúrgico. Es ahí donde diciembre pasó a ser el último mes y febrero el segundo mes del año, manteniendo la facultad de ser el regulador del año astral.
Mi curiosidad queda satisfecha. No tanto el desconcierto de los nacidos el 29 de febrero, que aunque el calendario marque los años sucesivos y vividos, a ciencia cierta, su cumpleaños se produce cada cuatro años.
Felicidades a los más de 4.800.000 personas en todo el mundo que celebran su cumpleaños en un día tan especial.
M. Yolanda R. Herranz @MyolRh
Muy interesante tus comentarios, ya se un poquito mas de estas reestructuraciones del calendario. Y lo de la mala suerte, no lo se, yo la verdad no soy superticiosa
Gracias, M. Jesús! Es interesante el origen de las palabras y de nuestros antepasados en general!