Se completan los ciclos y de nuevo estamos en la última etapa de este año, donde el otoño, próximo al invierno, nos deja días grises y húmedos. Este año, que de nuevo ha dado una vuelta de tuerca más en mi vida, se acaba.
Afortunadamente sigo instalada en la calma y en el agradecimiento, aunque haya sido un año difícil y complejo. Lleno de altibajos emocionales, de despedidas y de pérdidas.
Nunca me acostumbraré a perder. No lo digo en sentido material, que con más o menos esfuerzo se puede recuperar; sino que me voy a ese plano del conocimiento y de la pérdida, en el que un día no seremos mas que el recuerdo en las vidas de otras personas, de nuestra familia, nuestros amigos, de personas que se cruzaron, por un instante, por casualidad, con cada uno de nosotros y, por el motivo que fuese, recuerdan. Nos recuerdan.
Llegaremos a las puertas del Cielo (o del infierno), del Valhalla, de la Yanna, del Suargá… o al Paraíso de cualquier religión establecida por los humanos a través de un Dios creador, para la tranquilidad de los creyentes, con respeto a su fe, sin nada, sólo con las acciones de nuestra propia existencia de nuestras bondades y maldades. Llegaremos con nuestro amor, que no se podrá cuantificar, y dejando un vacío en las personas que nos conocieron.
Nuestra llegada a ese Paraíso, no me da mayor tranquilidad a mí, en estos momentos.
No sé de qué modo quiero o puedo creer en el infierno, en el castigo, o en el limbo, en el más allá, si la añoranza que tengo de mi desaparición de este mundo terrenal, y de pecado, no es de lo que pase con mi cuerpo, sino del dolor que dejaré en los demás, con mi muerte.
Dejaré de existir y seré un recuerdo más en sus vidas.
Este año he despedido a muchas personas queridas y he podido comprobar que el recuerdo que tengo de ellas se hace patente en casi todos los aspectos de mi rutina diaria.
¿Será así?, ¿será que estaremos permanentemente vivos en el recuerdo de las personas, mientras nos sigan recordando? ¿En el gesto de un hijo o en la forma de hablar de una nieta? ¿En que mantengamos un monólogo donde el interlocutor sea la persona que hemos perdido? Quiero pensar que es así y que de esta manera su esencia continuará con nosotros.
he podido comprobar que el recuerdo que tengo de ellas se hace patente en casi todos los aspectos de mi rutina diaria
También este año han desaparecido de mi vida algunas mascotas, sé que son animales y no personas, lo sé, pero su compañía, en ocasiones, ha sido tan placentera como la que me hubiera dado un ser humano. Siempre salvando distancias. Dejan tristeza en nuestro corazón cuando se van y por supuesto, dejan recuerdos; de las correrías de los perritos por el campo o de las andanzas de mi tortuga por el jardín… de sus miradas… y los llevaré en mi cabeza.
En estos días, cuando se acaba el ciclo anual, tenemos más presentes a los que se fueron a un lugar mejor. O distinto. A los que se convirtieron en materia y se transformaron, a los que cerraron ciclos y nos dejaron aquí, esperando a que nuestros ciclos se completaran, esperando un nuevo año y nuevas vidas.
La muerte es un misterio que me desborda, pero me da tranquilidad saber que en el pensamiento de algunas personas que he conocido, estaré permanentemente hasta que me quieran recordar. Significará que no me he ido del todo.
Ese será mi cielo.
Yolanda R. Herranz @MyolRh
Me ha encantado como siempre y este relato por lo que me toca este año ha sido especial