Se acabaron las fiestas estivales y nuestras fiestas; se acabó el verano. El otoño se abre paso lentamente dejando resquicios al calor, resistiéndose a ser otoño, oponiéndose a dar paso al invierno. La luz se apaga poco a poco y aún los árboles no son ni rojos ni amarillos.
Otoño, antojadizo con el clima, caprichoso con el paisaje y especial con su nombre. Del latín autumnus (auctus y annus): plenitud del año, se transforma en otoño, con ñ, grafía que surgió de la necesidad de representar un sonido inexistente en latín con la letra geminada nn, y, que más tarde, para economizar letras y esfuerzo en las tareas de copiado de documentos en los monasterios, evolucionó a una sola n coronada por una tilde, la vírgula.
La ñ, letra protegida, y salvada de desaparecer de los teclados de algunos fabricantes de ordenadores, mediante un Real Decreto de 23 de abril de 1993, es la representación suigéneris de nuestro idioma.
El otoño nos prepara para el invierno, ahorra, como la ñ, en afán y espacio. El sol va perdiendo fuerza, la tierra pierde nutrientes y humedad. Las hojas, mecidas por el viento y a lluvia, quedan libres abandonadas a su suerte.
El bosque reposa, la savia y la clorofila quedan en estado de latencia, esperando.
Yolanda R. Herranz @MyolRh
Foto: Elena Plaza
Aunque es prosa de puede leer como una poesía .Muy bonito
Siempre aprendemos algo contigo, muy bonito. Un beso
Gracias a las dos, a M. Jesús y a Charo por vuestros comentarios!!